La calidad y el valor de un diamante viene determinado por cuatro factores: Peso, pureza, color y talla, o lo que se denomina las “4 Cs”, ya que estos cuatro factores en inglés comienzan por “C”: Carat: quilate (peso), Clarity (pureza), Colour (color) y Cut (talla).
El quilate métrico es la unidad usada para medir el peso de los diamantes y un quilate equivale a 200mg. Para conocer el precio de un diamante hay que multiplicar su peso por el precio del quilate. Como norma general cuanto mayor es su peso y tamaño, más elevado es su precio, aunque los otros tres factores (color, talla y pureza) pueden lograr que un diamante de menor tamaño cueste más que uno mayor.
La composición de un diamante es sencilla, solo carbono, y su elevada temperatura de cristalización hacen que los diamantes de calidad queden ausentes de defectos o impurezas internas. No obstante, la pureza viene determinada por una minuciosa valoración de los defectos internos que presente el diamante.
La pureza la determinan expertos y las piedras se clasifican según la siguiente nomenclatura:
Cuanto más incoloro o transparente es un diamante mayor es su calidad, ya que es menos abundante. A medida que esta transparencia desaparece, el diamante adquiere un tono amarillento o terroso y disminuye su valor. Existen escalas de color para los diamantes que los valoran de mayor a menor blancura o transparencia.
Además del aspecto estético, uno de los principales factores que se tienen en cuenta a la hora de tallar un diamante es el paso de la luz a través del mismo, con el fin de que éste sea fluido y le aporte la mayor transparencia y esplendor posible. Los diamantes se tallan de multitud de formas, siendo unas más valoradas que otras, la talla denominada “brillante” es una de las más cotizadas.
Características como proporción, simetría, forma y acabado son las que determinan la calidad de una buena talla.